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PRÓLOGO DEL EDITOR
Los seres humanos, sin excepción, nos movemos empujados por las necesidades. De un tiempo para acá he advertido en mi la imperiosa necesidad de lanzar mis pensamientos al hoyo negro de la comunicación electrónica, sabedor que detrás del monitor existen congéneres ávidos de entrar en permanente comunicación con no importa quien, ¿o sí?, siempre y cuando el tema expuesto les sea interesante, sea en virtud de identificarse con él o por el simple hecho de pensar contrariamente a lo expuesto.
Lo causado estriba en la circunstancia de estar aquí, en este preciso momento, tecleando este primer comunicado, levando anclas en una, para mí, extraña nave llamada BLOG, la cual me llevará a un destino impreciso y, por ende, emocionante. El primer escollo es conocer el significado de tal término y WIKIPEDIA me ilustra diciendo: "es una palabra... del idioma inglés compuesta de la B (apócope) de WEB (línea o sitio) y de LOG (síncope) de BLOG (diario)", significa pues: “sitio WEB periódicamente actualizado que recopila cronológicamente textos o artículos de uno o varios autores...donde el autor conserva...la libertad de dejar publicado lo que crea conveniente."
Como seguramente han advertido, Héctor o sea yo, es un perfecto villamelón como bloguero, ello me lleva a pedir por anticipado perdón por las mil y un patas que en mi desempeño cometa, aun cuando sé que lo importante, al fin de cuentas, será lo que pueda poner sobre el tapete de la discusión.
La causa amplia o latu sensu, quedó plasmada en el primer párrafo, a saber, la imperiosa necesidad de abrirle la puerta de la jaula a mis pensamientos, a fin de que se mezclen con otros, en los riesgosos vientos donde moran las ideas ajenas, no obstante ello, es menester develar la causa de la causa, la causa primera de mi proceder y ella pudiera ser, solo pudiera, una razón social: presiento que los mexicanos marchamos como los ratones del cuento "la flauta mágica", rumbo al mar, donde nos ahogaremos sin remedio, al conjuro de las notas musicales emitidas sin descanso, por los interesados flautistas (políticos), en su desmesurada egolatría y corta visión.
La sociedad, donde estamos incluidos todos, tiene la obligación ineludible de descubrir con rigor científico y valor cívico las causas primigenias del desastre que viene, una vez encontradas aceptarlas con humildad y ponerles pronto remedio, todo ello sin dilaciones ni concesiones. Para lograr lo anterior es indispensable que la sociedad mexicana se desnude y se ponga ante un espejo sin el afán perverso de encontrarse defectos que no tiene o que son irrelevantes, pero con el firme deseo de detectar las fallas trascendentes, pues intuyo que los males que aquejan a nuestro conglomerado no está tanto en sus productos sino en la sociedad misma. Podar las ramas enfermas de un árbol no lo curará si el mal se encuentra en sus raíces y tronco.
Por ahora es todo. Saludo con fraternal afecto a los dos arrojados lectores de esta mi primer colaboración.